sábado, 16 de abril de 2016

LA VIOLENCIA Y EL SACERDOCIO



Hubo una vez un sacerdote que tenía la virtud de oficiar la misa más bella y solemne que ojos humanos hayan visto, realmente se transformaba y hacía de la misma un momento sublime, parecería que Dios encarnaba en él y se podía sentir que nadie lo igualaba.

En él se cumplía a cabalidad la divina frase: ´´Dejad que los niños vengan a mí,´´ ya que efectivamente todos los pequeñitos acudían a abrazarlo y a disfrutar de la magia del momento siendo acogidos amorosamente en sus brazos.

Todo hasta ahí va bien, pero, pero, PERO… Se extralimitaba cuando consideraba que las cosas estaban mal, llegando a grandes extremos, tanto así que demostraba que había elegido la profesión equivocada, podía llegar a ser en extremo grosero.

Logró grandes cambios en la parroquia y sus alrededores, pero todos le temían, nadie se atrevía a contradecirlo, podía en ocasiones irse a los puños como un simple mortal.

Las personas al observar sus acciones se preguntaban: ¿Por qué sacerdote?


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